Los economistas locales, los operadores de Wall Street y los argentinos “de a pie” apuestan a que el dólar subirá en el país. Creen que la divisa llegará más o menos a mediados de este año a los cuatro pesos. La gente, esa a la que la presidenta Cristina Fernández, le pide que consuma para no perder su trabajo no sabe a ciencia cierta cuándo ni cuánto pero ve venir una devaluación. En ese contexto el dólar se ha convertido en el principal competidor del consumo.

Según datos de la Fundación Mercado -que mide las expectativas de consumo en los principales conglomerados urbanos del país- sólo el 20 por ciento de la población económicamente activa (Pea) estaría en condiciones de ahorrar y esa franja coincide, claro, con los niveles de ingresos medios y altos. ¿Cuánto es eso hoy en la Argentina? Entre unos 6.500 y 7 mil pesos mensuales. Por ejemplo, en Córdoba esa cifra alcanza a 25 mil trabajadores entre los que están en relación de dependencia y los autónomos.

Es que siete de cada 10 integrantes de la Pea son asalariados y el fenómeno es que un alto porcentaje de ese total son técnicamente pobres. Es decir, su sueldo no alcanza a cubrir la canasta básica total.

Dardo Ferrer, economista y director de la Fundación Mercado, apunta que todas las medidas lanzadas por el gobierno para sostener el consumo son, precisamente, para los que pueden ahorrar y, en muchos casos, eligen refugiarse en el dólar. Y hace el repaso: la eliminación de la “tablita” de José Luis Machinea (benefició a los que ganan más de 7 mil pesos); planes para comprar autos 0 km (para pagar las cuotas hacen falta ingresos de alrededor de 4 mil pesos), o los créditos personales subsidiados por Anses (la mayoría de los interesados pueden tomar entre mil y tres mil pesos; el doble de su sueldo).

Sólo aquellas medidas que van directamente sobre los más pobres harían que el dinero vaya directamente al consumo, en las otras franjas sociales -con sus necesidades ya satisfechas- la incertidumbre empuja al ahorro.

Ferrer plantea que se está dando un doble juego. Por un lado, hay expectativas de inflación y, por el otro, de devaluación. “Las dos cosas hacen a la caída de confianza de la gente. Pero mientras que la primera lleva a pensar que hoy está más barato que mañana, la idea de que el dólar subirá hace que se posterguen las decisiones de compra. Por supuesto que estamos hablando de aquellos que tienen capacidad de ahorro”.


Esperar a que aclare

El economista subraya que la percepción de que se viene una devaluación es muy fuerte por más que el gobierno la niegue y siga con el manejo administrado del tipo de cambio. “La memoria de lo que pasa en la Argentina cuando hay crisis es muy fuerte y eso ayuda a este pensamiento. Además no hay que olvidar que acá la moneda fuerte para la gente sigue siendo el dólar, entonces razona: ‘Si no devalúan me quedó con ahorros en una moneda fuerte’. Ese componente cultural es crucial”.

Además, la percepción de que la inflación no cederá y la desconfianza en los índices oficiales tiene por estos días un factor decisivo: la suba de tarifas. Más allá de que representen el 13 por ciento del Indice de Precios al Consumidor que estima el Indec, el peso en el bolsillo de los consumidores será muy significativo. “El gobierno estimará la inflación a partir de las ecuaciones técnicas y así hará que de menos que lo que los argentinos promedio van a sentir”, aclara Ferrer. En este escenario, el planteo sigue reforzando la ida hacia el dólar: siempre la inflación ataca la moneda local. Y la ley económica es de puro sentido común, ante la suba de precios la moneda buena reemplaza a la mala.

Ferrer agrega un factor más para que el consumo no se reavive pese a los intentos del kirchnerismo: hay arrastre de endeudamiento. En los últimos cuatro años, en el auge económico, el tomar deudas fue el motor del consumo para las franjas sin capacidad de ahorro. Ahora -cuando además esperan que la economía se enfríe y temen por sus ingresos y por su empleo- no tienen más espacio para seguir tomando créditos.

“El gobierno trata de mantener el impulso de las compras de bienes durables y no durables porque sabe que gran parte del escenario recesivo que aparece por delante se debe, en parte a la crisis internacional, pero también a algunos errores propios y a las perspectivas de conflicto derivadas de medidas internas”, agrega Ferrer.