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Para crecer al 4% anual la inversión debe saltar al 23% del PBI

A mediano plazo Argentina para volver a tasas de crecimientos anuales promedio del 4% deberá incrementar la tasa de inversión a un 22 o 23 por ciento del PBI al año y recuperar de manera significativa la productividad. Esto es más difícil dada la caída de los términos de intercambio y los cuellos de botella existentes. Al menos esa es la conclusión de la economista Inés Butler del Ieral de la Fundación Mediterránea. Entre 2004 y 2011, el país creció a “tasas chinas”, a un promedio anual del 6,6%, con aportes significativos del empleo, el capital y la productividad. Después, en el trienio 2012 a 2014, considerando la recesión de este año, se pasó al 0,5% anual, con caídas de productividad. Así, la media de la última década es del 4,1% al año. Después de los últimos años de tan pobre desempeño económico, resulta relevante evaluar el potencial de la economía para recuperar dinamismo. En la primera etapa el crecimiento se sustentó en incrementos en el stock de capital, con una tasa de inversión que alcanzó en 2011 un 22,3%. Así, el stock de capital registró entre 2004 y 2011 un aumento promedio anual por encima de 4,3 o 5,4 por ciento, dependiendo el modelo de medición. A esta contribución se suma un incremento del empleo de 2,2% promedio anual según datos de Indec, lo que genera una contribución adicional por el efecto de mejora en la composición (vinculado con experiencia, nivel educativo y categoría ocupacional), estimado en casi dos puntos porcentuales adicionales. Butler explica que una porción sustancial del crecimiento se explica por incremento en los factores, tanto capital como empleo. Y las mejoras de la productividad en ese período fueron del orden del dos por ciento. Entre el 2011 y el 2014 se produjo un freno a la evolución, y se observó que el empleo durante esos tres años sólo se incrementó 0,6% anual y las mejoras de productividad no sólo desaparecieron sino que incluso produjeron una contribución negativa, quedando sólo un pequeño impulso originado en la inversión, que si bien redujo sus tasas, aún se sostiene en alrededor de 20% del PIB, bien por encima de la inversión de reposición. Las estadísticas disponibles en Argentina no permiten identificar a qué sectores se destina la inversión, así que no se pueden sacar conclusiones respecto del impacto que han tenido las distorsiones de precios relativos sobre la asignación de recursos. Este freno al crecimiento y el deterioro de la productividad se origina en factores diversos, tanto externos como domésticos. Por una parte, el escenario de elevados precios decommodities se ha moderado. Por otro, se tiene una creciente tasa de inflación como resultado del desequilibrio fiscal. Ambas vertientes afectan la competitividad de la producción nacional, reduciendo ingresos y aumentando costos, sin compensación por mejoras en la productividad. El panorama se complica por algunas medidas puestas en marcha frente a las restricciones, que acumularon distorsiones en la economía. En este marco las perspectivas para la salida de la recesión dejan poco espacio para un rebote “natural” del ciclo económico. Las distorsiones prevalentes en la economía que resultan en una mala asignación de recursos deberían corregirse. Al respecto, se plantea una doble incertidumbre vinculada con la magnitud de esa modificaciones y la reacción de los agentes frente a estos cambios (si es que se dan). A esto se suma que la caída en los términos de intercambio afectan la capacidad de ahorro de la economía, lo que pone un techo más bajo a la tasa de inversión. Además, como no se han realizado mejoras estructurales, vinculadas con mayor eficiencia en el funcionamiento de la economía, inversión en infraestructura o mejoras de eficiencia en la utilización de insumos que permitan pensar en aumentos sostenidos de productividad en el escenario por venir. Para Butler, un escenario de reordenamiento en el que la economía logre ingresar en una senda de crecimiento de entre tres y cuatro por ciento anual parece poco ambicioso pero es, a la vez, muy exigente: “Se necesita un aporte de la productividad del orden de 1,5pp, que parece modesto y ya ha sido alcanzado en 2004-2011. Sin embargo, el punto de partida fue de una elevada capacidad ociosa y un reordenamiento de la economía luego de la crisis, con un tipo de cambio real muy elevado y términos de intercambio ascendentes”. Respecto de la inversión, privada pero también pública, debería lograrse una contribución similar, entre 1,5 y dos puntos porcentuales para lo que se requiere un crecimiento de prácticamente el doble y, en consecuencia, exige una tasa de inversión de entre 22 y 23 por ciento, objetivo que no deja de ser un desafío, ya que con el nuevo set de precios internacionales, la tasa de ahorro doméstica se verá más condicionada. La economista estima que el empleo podrá mantener una contribución acotada, en línea con la incorporación de nuevos trabajadores, aunque debería apuntarse a una meta más ambiciosa mejorando la composición de la fuerza laboral.

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